viernes, 6 de mayo de 2011

Cap. 17

¡Vaya grupo formábamos las seis! Rocío cantaba My Sweet Lord dulcemente, y Elena la seguía bailando. Mika se alejaba paseando, sumida en sus pensamientos. Silvia... ¡Qué concentrada parecía mientras miraba al mar y fumaba! Lara también miraba al mar, y es que el mar representaba nuestra meta conseguida, nuestro sueño cumplido, infunde esa tranquilidad que se siente al lograr un objetivo, esa paz. Por eso ejercía esa atracción hacia nosotras.

Quizás por eso habíamos llegado a una playa.

Yo estaba en una tienda, mirando el lugar donde dormiría esa noche, y escuchando Space Oddity. Entonces se me ocurrió que debía llamar a mi madre para decirle que estaba bien. Marqué su número y esperé.

Un tono. Dos tonos. Saltó el yavoy. A ver cuándo cambiaba esa horrible canción de Rihanna.
Me paré a pensar mientras aquello sonaba... Era el momento de despreocuparse, ya llamaría ella si quería. Tenía que empezar a vivir la libertad. Colgué rápido y guardé el móvil.

Salí fuera. Elena, Rocío y Silvia empezaron a tocar y yo a seguirlas cantando entre risas, mientras Lara hacía de público y se partía con nosotras. Mika volvió justo entonces de su paseo.

El sueño llamó a nuestra puerta tras uno de los mejores días de nuestra vida, así que nos fuimos a las tiendas para dormir. Estaba rendida, ¡disfrutar de la vida cansa! Me dormí enseguida con una sonrisa en la cara.

~

Abrí los ojos lentamente. Oí las voces de las chicas y lo recordé todo de golpe. Sonreí. Vaya dormilona estoy hecha, pensé, pues todas estaban ya despiertas. Me levanté y salí afuera. Estaba amaneciendo, y el mar reflejaba la infinidad de colores que el cielo mostraba sólo a los madrugadores.

Sólo alejé la vista del sol y el mar cuando las chicas se percataron de mi presencia y me saludaron entre sonrisas. Mika bailaba feliz al ritmo de la guitarra de Rocío. Se las veía muy animadas y despiertas, seguro que este día iba a ser genial. Justo entonces llegaron Elena y Silvia con el desayuno: una bolsa de papas fritas.

- ¡Papas fritas para desayunar! - exclamé, con ganas de probarlas.

Todas rieron ante mi grito, pero aunque nos hizo algo de gracia comer eso a esas horas de la mañana, fue delicioso.

Allí estábamos, libres como pájaros, riendo con la única compañía del mar y el amanecer. Por una vez en mi vida la que vivía era yo, la libre, la despreocupada. Lejos de nuestros problemas, de la televisión, de Internet, sólo nosotras, la música y la naturaleza.

¿Qué más se podía pedir?


- S.P.N.

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