Me despedí de mis padres entre besos y abrazos, lágrimas y sonrisas. Nunca había pasado mucho tiempo lejos de ellos, y en esta ocasión iban a ser varios meses. Mi madre, emocionada, me repitió por enésima vez que me portara bien, que no hiciera nada malo, que si pasaba algo la llamara y ella me vendría a buscar... Mi padre sólo dijo:
- ¡Pásalo bien!
Me giré definitivamente y me subí al avión. Aquel monstruo metálico me llevaría a mi deseado destino, tras años de espera por fin podría vivir el verano de mi vida.
Miré por la ventanilla. Lloviznaba, nada importante. El tiempo parecía acompañarme, mi corazón se sentía así, inquieto, pero nada comparado con lo que iba a sentir al llegar.
Me acomodé en mi asiento y cerré los ojos por un momento, intentando imaginar cómo iba a ser aquel verano.
Lara, Mika, Rocío, Elena... No sólo ellas iban a estar allí, la música y la libertad también nos acompañarían. Dylan estaría allí, tocando la armónica para nosotras y cantando sin saber cantar bonito. Los Beatles estarían allí, haciéndonos gritar, la beatlemanía. El rock estaría allí, haciendo vibrar cada parte de nuestro cuerpo. Íbamos a aprender a vivir, a sentir. Música, poesía, literatura, arte. Y todo eso juntas.
Abrí los ojos, sonriendo de oreja a oreja. Por mucho que pudiera imaginar, mis pensamientos no estarían a la altura de la realidad, de lo que realmente iba a pasar aquel verano.
Me relajé, impaciente por llegar, mientras el avión despegaba por fin. Por un momento me sentí como Ilsa subiéndose al avión con Lazlo y despidiéndose para siempre de Rick, en Casablanca, pero lo mío era diferente, muy diferente.
Yo iba a donde quería ir, justamente a donde quería ir.
Siempre nos quedará este verano.
- S.P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario